lunes, 14 de marzo de 2016

GARCILASO: SELECCIÓN DE POEMAS PARA COMENTAR EN CLASE


Hemos seleccionado los poemas que consideramos más representativos para comentarlos en clase:
( recuerda que debes repasarlos para el control y que en la otra dirección de Garcilaso-  etiqueta al margen derecho- encontrarás la solución de los comentarios ). Además en clase leeremos los poemas en voz alta y comentaremos sus aspectos principales:

- Introducción , localización del poema ( época, corriente, género, autor, obra, texto)
- Tema del poema
- Estructura ( externa e interna)
- Análisis del contenido ( explicar el significado de las estrofas, de las expresiones que más nos llamen la atención, el mensaje del texto, etc.9
- Análisis de la forma ( métrica, figuras literarias, estilo del lenguaje poético típìco del autor, etc.9
- Conclusión: valoración de la importancia del soneto y del tema en la época, en el autor y en su obra. Resaltar el aspecto más llamativo del texto, dónde radica su belleza ( en la forma, en el contenido, etc.)

SELECCIÓN DE SONETOS DE GARCILASO
SONETO I



 

    Cuando me paro a contemplar mi ’stado
y a ver los pasos por do m’han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
    mas cuando del camino ’stó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar comigo mi cuidado.
    Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aún sabrá querello;
    que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



   

SONETO V 
    Escrito’stá en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
    En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

    Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;

    cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.




  
SONETO X

   ¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!
   ¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas qu’en tanto bien por vos me vía,
que me habiades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

   Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;

   si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.






SONETO XI


 

   Hermosas ninfas, que en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas,
   agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:
   dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,
   que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.




SONETO XV


 

   Si quejas y lamentos pueden tanto
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;
   si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto:
   ¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?
   Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.




SONETO XXIII

 
 

   En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

   y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
   coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
   Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
 
 
CANCIÓN V

ODE AD FLOREM GNIDI

              Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
              aplacase la ira
              del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,
              y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
              las fieras alimañas,
              los árboles moviese
y al son confusamente los trujiese:
              no pienses que cantado
seria de mí, hermosa flor de Gnido,
              el fiero Marte airado,
              a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido,

              ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
              por quien los alemanes,
              el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;
              mas solamente aquella
fuerza de tu beldad seria cantada,
              y alguna vez con ella
              también seria notada
el aspereza de que estás armada,
              y cómo por ti sola
y por tu gran valor y hermosura,
              convertido en vïola,
              llora su desventura
el miserable amante en tu figura.
              Hablo d’aquel cativo
de quien tener se debe más cuidado,
              que ’stá muriendo vivo,
              al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.
 
Fragmentos de la "Égloga I" (Garcilaso de la Vega)


AL VIRREY DE NÁPOLES
Personas: SALICIO, NEMOROSO
     El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
de pacer olvidadas, escuchando.

  
SALICIO
     ¡Oh más dura que mármol a mis quejas
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay sin ti el vivir para qué sea.
           Vergüenza he que me vea
           ninguno en tal estado,
           de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
..................................................................................................................................
¿D’un alma te desdeñas ser señora
donde siempre moraste, no pudiendo
           della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
      Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte m’agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
           ¡Ay, cuánto m’engañaba!
           ¡Ay, cuán diferente era
           y cuán d´otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
           la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
......................................................................................................................
Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe, ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
de tus hermosos brazos añudaste?
           No hay corazón que baste,
           aunque fuese de piedra,
           viendo mi amada hiedra
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no s’esté con llanto deshaciendo
           hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

  Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que s’inclinan;
las aves que m’escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando m’adevinan;
           las fieras que reclinan
           su cuerpo fatigado
           dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí t’endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
           a los que tú hiciste
salir, sin duelo, lágrimas corriendo.
 
 
 
 
 

 
NEMOROSO:


Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.

Dó están agora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada,
mi alma, doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,
llena de vencimientos y despojos,
que de mí mis sentidos l’ofrecían?
           Los cabellos que vían
           con gran desprecio al oro
           como a menor tesoro
¿adónde están, adónde el blanco pecho?
¿Dó la columna qu’el dorado techo
con proporción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya s’encierra,
           por desventura mía,
en la escura, desierta y dura tierra.
     ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que habia de ver, con largo apartamiento,
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
           El cielo en mis dolores
           cargó la mano tanto,
           que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
           solo, desamparado,
ciego, sin lumbre en cárcel tenebrosa.
Tengo una parte aquí de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se m’apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño
enternecer me siento que sobre’llos
nunca mis ojos de llorar se hartan

   
     Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo y verme libre pueda,
 
        y en la tercera rueda,
           contigo mano a mano,
           busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos
donde descanse y siempre pueda verte
           ante los ojos míos.
( Y LA ÉGLOGA FINALIZA ASÍ :)
…...........................................................
     Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que solo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol orladas d’oro,
no vieran que era ya pasado el día;
           la sombra se veía
           venir corriendo apriesa
           ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acusando
el fugitivo sol, de luz escaso,
           su ganado llevando,
se fueron recogiendo paso a paso
 








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